Sería simplemente anecdótico si recordáramos luego el concepto en la vida profesional pero
desafortunadamente no ocurre tal cosa, no solo para quienes lo hemos estudiado
sino para grandes ejecutivos y empresarios, los cuales, a sabiendas, asumen que
pueden trabajar y triunfar cerrando los ojos a ratos o simplemente mirando para
otro lado.
Una
empresa (o país) son solventes o ricos únicamente en la medida que ahorren, siempre que dicho
esfuerzo se encamine a labores productivas y mover fuerzas económicas circundantes. Por eso es tan inútil guardar dinero efectivo bajo el colchón o en la caja fuerte, como a nivel del país gastarlo en actividades no generadoras de nueva riqueza;
o quizás incurrir en obras
suntuarias, viajes innecesarios que alimenten burocracia, favoritismo, construir
puentes donde no haya ríos (ha sucedido mas de una
vez), inaugurar bibliotecas extravagantes en pequeñas poblaciones con carencias de todo orden; erigir (o hacerse
construir) bustos a dirigentes políticos todavía vivos, etc. La lista no termina.
Decíamos que la otra cara de la moneda -o significado
financiero- de ahorrar es invertir, porque cuando ponemos a trabajar excedentes
de capital o de utilidades (para el caso da lo mismo) es momento de fortalecer
unidades económicas generando empleo, desarrollando
actividades agrícolas o pecuarias e
incrementando posibilidades de innovar tecnológicamente.
Porque en un ambiente de liquidez es fácil realizar labores de
investigación y desarrollo; en uno de
escasez sería utópico.
Un
colateral positivo del efecto del ahorro sobre la población es su progreso general, incluidas manifestaciones
culturales. Así como en todas las épocas las civilizaciones tuvieron su apogeo en momentos de
alto nivel económico, igual sucede hoy sin que
quiera decir que el arte solo sea grandioso cuando la economía lo fuere. La genialidad como tal es independiente del
ciclo económico y aquí hablamos de tendencias generales, cantidad de proyectos,
dinero a invertir en ciencia o investigación & desarrollo, institutos
y universidades, museos, arquitectura de las ciudades, urbanismo, equidad
social; en suma, el conjunto de instituciones y actividades que conducen al
bienestar colectivo.
Para la
empresa como organismo vivo y dinámico -y por extensión la vida personal del ejecutivo- el símil es replicable. Cuando se ahorran excedentes para el
futuro o se invierte mesuradamente el resultado es apreciable por mucho que el
factor riesgo juegue un papel. Es decir, preferible el riesgo moderado en los
negocios que el gasto superfluo en aquello que en realidad sobra y que
adquirimos por ego, ansias de poder, revanchismo o excentricidad.
Conste
que hablamos de tener cómo y con qué ahorrar para invertir ya que otra cosa seria si no fuere
dable, bien por iliquidez, malos negocios, requerimientos de capital,
bancarrotas o similares. Hablamos de vacas gordas y no de las otras pues nadie
puede aportar lo que no tiene.
En otro
orden, impacta observar la rapidez con que lo anterior se echa al cesto del
olvido por parte de individuos -o sociedades- capaces, que con igual velocidad
generan recursos al tiempo que los despilfarran llevando empresas o países a la ruina. Nada mas difícil
que concientizar al antiguo pobre que guarde para luego. Lo advertimos en
deportistas, cantantes, políticos brillantes, escritores,
artistas, herederos sin formación, adolescentes poco
instruidos pero de familias pudientes; y por supuesto empresarios.
Resulta
complejo ahorrar hoy cuando tal decisión implica privarse del vehículo soñado o aplazar el crucero
ansiado desde joven o construir la casa de los sueños. Pero nada mas recompensador que al pasar los años nos felicitemos de haber resistido tentaciones al
contemplar la empresa ampliada, la partida del hijo a la Universidad financiada
-fruto de aquel guardar- o el buen retiro de estupendos planeadores.
Y
hablando de planeación, saludable reconocer en ella
a una aburrida pero fabulosa socia en asuntos económicos tan densos a veces. Contar con su participación "ahorrará" dolores de cabeza e
impedirá "inversiones" en
aspirinas.