La Administración: ¿Arte o Ciencia?

Una interesante polémica que cumple medio siglo, es la referida a si la administración de empresas -comerciales, estatales o de servicios- es una ciencia como tal o por el contrario un consumado arte. Y en ambas orillas de la discusión se sitúan tanto detractores como fanáticos.

Examinemos con detenimiento cada uno de los frentes de esta batalla intelectual.

Los partidarios de ver la administración como ciencia, analizan la profundidad de sus efectos, la multitud de ramas en las cuales se apoya (economía, sicología, filosofía empresarial, ingeniería, sociología, arquitectura, medicina, biología, historia, siquiatría), los métodos de trabajo seguidos y el objeto de estudio. Aducen que si no se considerase ciencia, la administración de empresas no podría operar de la misma forma y que sus resultados no hubiesen sido tan espectaculares como los conocidos por el mundo.

Los detractores de este enfoque opinan, por el contrario, que simplemente administrar es un arte no importando de parte de quien provenga. Y que como no todos poseen habilidades, solo aquellos dotados con las primeras pueden conseguir resultados extraordinarios. Que no puede ser ciencia pues apoyarse en muchas otras no necesariamente conduce a una nueva y que tanto sus métodos, objeto y factores de medición son precarios o a veces tomado prestado de las primeras, por lo que sus cometidos no resisten un sesudo análisis académico.

Nuestro punto de vista parte del hecho que la administración de empresas -privadas, o del sector público, o instituciones sin ánimo de lucro, o deportivas, políticas o sociales- tienen tanto de arte como de ciencia dado que por una parte trata de manejar aspectos discímiles como son los humanos y su liderazgo (factores no científícos ), como al utilizar herramientas de apoyo en áreas reconocidas como las citadas y cuando se necesite. Así por ejemplo, habrá veces en que el administrador recurrirá a la medicina (o siquiatría, medicina preventiva, sicología, traumatismos) cuando la compañía lo requiera mientras que en otras será cuestión de habilidad y sagacidad (ventas, manejo de conflictos, trabajo en equipo) la que lo saque avante.

Es cierto que si se aplicasen al 100 % los parámetros de medición de las ciencias puras, la administración no pasaria todas las pruebas pero si las suficientes y eso bastaría para colocarla en sitial de honor. Pero tampoco podría mostrar resultados si la ciencia fuere su único instrumento. Administrar es estudiar, analizar, metodologizar (ciencia) mas también crear, liderar, manejar crisis, vender ideas y servir (arte).

Por eso cuando vemos a alguien sobresaliente en lo que administra decimos sin ambajes que “fulano es un artista” dada la forma en que maneja su compañía y seguro que lo es. Porque no le es necesario penetrar demasiado a fondo en vericuetos científicos para alcanzar metas destacadas y mezclándolas lo consigue.

Sin embargo, en épocas de crisis suele primar una de las dos. Así, si el problema es humano, de resolución de conflictos, manejo de grupos o formacion de personal, se impone el arte como tal para alcanzar excelencia. Empero, en situaciones rutinarias o que impliquen mucho método, tales como distribución de planta, contabilidad, proyecciones económicas, finanzas, sistemas o tecnologías, es la ciencia la que empieza a mandar. Y esa característica de pasar de una a otra es lo que hace que un administrador destaque con respecto al promedio o aún dentro de su propia compañía.

Ahora bien: ¿por qué es importante tal discusión?

Porque si la administración se conformase solo con habilidades y descuidase la ciencia las catástrofes serían tales que extrañaríamos los éxitos. Y de otro lado, si se manejasen las empresas solo con ciencia, faltaría la chispa, creatividad, emotividad, inspiración o esos momentos cumbre -que todos hemos visto y vivido- en que los asuntos se solucionan casi mágicamente con salidas no escritas en ningún libro o manual. Es cuando decimos, “el hombre se la sacó de la manga”

De manera que acertamos si incluímos los dos enfoques en la formación de administradores para, a fin de cuentas, procurar convertirles en dirigentes completos, productores de resultados y ojalá líderes tanto en lo económico como en lo cultural, en beneficio de su empresa y de sí mismo. Subvalorar cualquiera de ellas constituiría imperdonable y costosa limitante.

Ramiro Henriquez