No cabe duda del portentoso desarrollo tecnológico, el cual crece a escala exponencial pretendiendo abarcar áreas otrora reservadas a la gerencia o a sus máximos representantes. Menospreciarlo sería tapar el sol con las manos y por el contrario, directivo que lo ignore -el motivo importa poco- tendrá el camino colmado de dificultades antes que ventajas. En un mundo globalizado, el apoyo científico es vital para alcanzar objetivos, investigar mercados, comunicarse mejor (al instante, para decirlo con precisión), crecer, delegar o planificar emprendimientos por pequeños o grandes que fuesen.
Empero,
ejecutivos recién egresados o estudiantes próximos a hacerlo pueden (y deben) plantearse preguntas que
ayudarían a hacer mas por su futuro.
Para utilizar el término de moda,
"blindarse" ante el ambiente en pos del éxito.
Dichos jóvenes están en posición de indagar tópicos de peso como: tantos
cambios y tan rápidos, ¿son producto de un nuevo tipo de gerente? ¿tenemos modelos de verdad innovadores para dirigir
empresas? ¿qué pasa con el conocimiento adquirido? ¿ya las empresas no se manejan como antes? ¿cuál es la verdadera salida? Un
tratado sobre Grecia, Roma, los imperios faraónicos,
napoleónico o incaico, o la historia
de la rueda, ¿ayudarían en algo? ¿perderé mi tiempo investigándolos? ¿cual es la utilidad de la historia económica si hoy con un clic obtengo lo que quiero?
Preguntas
válidas a las cuales los adultos
debemos esforzarnos en responder. Es el reto.
En primer
lugar, estudiar e investigar el pasado y la historia de los grandes ayudará a captar complejos interrogantes: de cómo esos prohombres consiguieron éxitos, solidificaron criterios, manejaron crisis, crearon
imperios geográficos o empresariales; y de qué manera se elevaron sobre sus pares generacionales. Hay que
recordar que cada líder trascendente utilizó la tecnología imperante y en ese sentido
se nivelan a través del tiempo.
En
segundo, no los hizo distintos la ciencia sino el manejo de los hombres,
liderazgo, intuición, visión, astucia, versatilidad, talento político, arrojo y capacidad de superar adversidades. Ninguna
de esas características se encuentran -por
definición- ancladas a la tecnología y son ciento por ciento humanísticas, producto de la evolución y el empuje de individuos especialmente dotados por la
genética, las crisis, su propia
determinación y su ambición.
Como
tercero, dichos líderes utilizaron en su
provecho -ciertamente alentaron- cualquier progreso encontrado y la mayoría los defendieron pero sólo
en cuanto herramientas para alcanzar sus visualizaciones.
Por estas
razones interesa su historia y alimenta el espíritu
adentrarse en cómo lo consiguieron, importando
menos el seguimiento de la época vivida o si los elementos
externos contribuyeron. Se centraron en sí mismos, sus metas, fuerzas, motivación y aquello que les permitiese formarse, influir, enseñar, obtener resultados.
Por eso,
el gerente retirado o ex-presidente de la empresa de hoy -cuando aconseja al
joven- jamás se ampara en la tecnología sino en el criterio que lo protegió, en su conocimiento de los demás, la sensibilidad adquirida, capacidad de observación, deseos de aprender y, de gran relevancia, saber
levantarse sobre imponderables. Y si de verdad fue grande jamás responsabiliza a las máquinas
o a los subalternos de sus fallas pasadas, algo tan común en la actualidad.
Volviendo
a nuestra hipótesis y estudiando modelos,
sabemos que no existe tal figura como "el Gerente modelo Siglo XXI"
sino el gerente a secas, a quien ha tocado en suerte vivir una era de cambios súbitos y donde adaptarse de inmediato es lo único que evita "morir", empresarialmente
hablando. No será el IPad quien resuelva la
crisis de ventas sino la inteligencia social y emocional de enganchar y manejar
con tino, excelentes vendedores y por ende clientes; ni será el Blackberry Z-10 quien solvente el lío de no saber comunicarnos con los dirigidos o los
proveedores sino el correcto manejo de la palabra hablada y la escrita.
Lo
aprenderá el joven más rápido y mejor,
"dialogando", a través de biografías, con Napoleón (Francia), Julio César (Roma), Winston Churchill (Gran Bretaña), Henry Ford (autos, USA), Guillermo Marconi (Italia),
Benjamín Franklin (General Electric)
o Steve Jobs (Apple), por citar algunos. Aunque no existan de cuerpo presente, con cualquiera de
ellos podrá conversar sobre como triunfar
en lo que emprenda.
Sus
consejos le permitirán progresar, sea cual fuere el
siglo en que lo haga.