El Nuevo Concepto de Autoridad

La autoridad es un concepto tan antiguo como el hombre.

Es prácticamente imposible remontarse a epocas pretéritas -incluidas las cavernas- donde no encontremos el concepto de autoridad, necesitada por el hombre para alcanzar objetivos, dirigir grupos, guiar ante los peligros de la naturaleza, realizar conquistas, organizar rebeliones o fundar religiones.

Sería extenso referirse a la influencia de la autoridad a través del tiempo; basta acotar que ha sido fiel compañera de todo líder, dirigente, caudillo, guerrero, político o diplomático. La pregunta del millón es: ¿ha sido constante este concepto a través de la historia o por el contrario se ha nutrido de la evolución del hombre? Creemos que lo último ha sido lo correcto, ya que si bien forma parte intrínseca de la personalidad la evolución la ha influido para bien.

De otra parte, si el ser humano no hubiese tenido de su lado autoridad para dirigir, liderar y formar gente pocos serían los logros a mostrar a generaciones enteras. Si en las épocas mas oscuras de la humanidad se pudo mantener grupos cohesionados o sojuzgados aplicando al máximo la autoridad lo fue sin instruir ni educar a los de abajo, quienes veian en los dirigentes poco menos que a semidioses.

Con el correr de los siglos el concepto de autoridad fue colmado de matices, muchos derivados de la evolución -y revolución- social y desarrollo económico. Por ejemplo, no fue igual la autoridad del Faraón o el Inca, que la del emperador romano Julio Cesar o la del rey Juan sin Tierra en el siglo XI; o la de Napoleón Bonaparte o Teodoro Roosevelt. A todos ellos -en creciente medida- se les impusieron límites al poder para alcanzar sus fines.

No obstante la Historia, el desarrollo tecnológico acelerado del segundo milenio está influyendo de tal modo en los conceptos de hoy día que la golpea en sus mismos cimientos. Baste ver la dificultad con que un padre consigue reprender a un niño por estar jugando con su Nintendo, Xbox, Wii, Juegos electrónicos (donde para el infante es imposible dejarlo pendiente, sobretodo adportas de “liquidar” al monstruo o pasar al siguiente mundo; dejarlo a medias para ir a dormir es para él morir un poco). Ni el padre comprende por qué tiene que ser asi ni el niño acepta tamaña reprimenda al ser consciente de no haber incurrido en nada objetable.

Y qué dejamos para el jefe (en particular, los poco dados a las computadoras) cuando reprimen -con toda la fuerza de su autoridad- al empleado que se comunica por Facebook, My Space o Twitter con sus 500 amigos, para ponerlos al tanto de sus recientes vacaciones o del programa de TV que sugiere para dentro de dos horas? ¿O el dirigente que no concibe que se pueda chatear con quince o veinte amigos al tiempo pero tambien entregar puntual el informe de trabajo solicitado?

No es tan fácil ejercer autoridad cuando el inferior jerárquico sabe mas que nosotros; o el niño mas que el padre (y qué decir del abuelo o la bisabuela?) ¿o cuando los métodos de trabajo que manejamos ya no son utilizados por los mas jóvenes quienes tienen otra manera de sentir, hacer y percibir los eventos?

Preguntamos: Si los mayores fuimos educados -mediante diversos métodos, incluido castigos- en destrezas positivas tales como la perseverancia, concentración y disciplina, ¿será otra perseverancia la que consigue que el niño se someta voluntariamente a dominar un juego electrónico y no abandonarlo hasta triunfar? ¿estamos realmente hablando de dos conceptos distintos o lo que cambia es el cómo se adquiere?

Para nosotros, aceptar cambios y nuevos modos de pensar es la única vía para entender lo que pasa al interior del mundo jóven, las empresas, los grupos sociales, actividades académicas, deportes, recreación y el entretenimiento. Querer modificarlo en aras del viejo “principio de autoridad” es la utopía mas grande con la que podemos soñar.

Quizás nos fuese mejor procurando entender lo que está ocurriendo, analizar la velocidad del cambio (y a nosotros dentro de el), pedir ayuda franca a los adolescentes quienes al menos nos verán con respeto por el mero hecho de interesarnos en su mundo y especialmente porque los podríamos liderar mas fácilmente.

Enfrentarse -por el contrario- a la tendencia, nos dejará aislados además de agotados ya que a medida que el tiempo transcurra el proceso será mas complejo, de mas difícil adaptación y con herramientas precarias (las nuestras) ante las ultramodernas (las suyas).

Solo conviniendo en que la Autoridad, como concepto integral, tiene un significado mas amplio en el presente y sobretodo el futuro podremos manejarla, extraerle el máximo y conservar liderazgos. De lo contrario sucumbiremos ante jefes quizás no tan sólidos pero absolutamente preparados con herramientas administrativas, tecnológicas, de sistemas de información y de dirección que les permitan ejercer la nueva Autoridad y liderar eficazmente sus grupos.

Ramiro Henriquez