Sicología De La Crisis

No creemos exista en los tres últimos años una palabra mas utilizada en prensa hablada y escrita, internet, radio, televisión, cables, mesas redondas, conferencias y revistas de todo género que el concepto “crisis” por obvias razones. Todos por sentirla; unos por anunciarla; visionarios por prevenirla; algunos mas por aplazarla o negarla pero todos sin excepción con sumo interés hacia sus efectos.

El ciberespacio por ejemplo, se ha inundado de presentaciones, videos, conferencias y artículos (como éste, obviamente) que abordan el tema con un enfoque u otro, corriendo el riesgo de repetirse o saturar al lector con un mismo ir y venir. Pero es el sino a que se aventura todo aquél que maneje o comente situaciones de actualidad.

Empero, ciertos aspectos de la crisis no son tan manejables como otros, bien por dificultad ya por profundidad o por simple popularidad (en dos palabras, el asunto es que las frases bonitas venden más que las triviales; si lo dicen los famosos son mas leídas que si lo comenta el hombre de a pié; si están en bellos powerpoints -con fondos espectaculares- es probable que circule mas; si lo escribió una leyenda hace más de cincuenta años se difundirá prontamente, etc). Y uno de esos aspectos menos populares, es la sicología que acompaña el momento crítico.

Para apreciarlo, es conveniente compararlo con situaciones no-críticas; esto es, aquellas donde manejamos rutinas; o los comportamientos o acciones sin sobresaltos en las cuales dominamos por completo el panorama; cuando tenemos excelentes respuestas para el paso siguiente; o esperamos un resultado preconcebido y éste se produce exacto a lo planeado; o si lo que va a pasar mañana está dentro de la esfera de influencia del hoy; o donde no existe la sorpresa pero si se diese es porque nosotros así lo queríamos.

El problema con lo arriba anotado es que en dichos momentos nada cambia y fácilmente olvidamos que el mundo sigue girando, por lo que empieza a producirse un adormecimiento (y hábito) inconsciente con respecto al cambio. Los sicólogos lo llaman la “disonancia cognoscitiva”. Caso parecido al comportamiento exitoso, donde la ceguera intelectual está a la orden del día. Por eso cuando la crisis llega casi nunca nos toma preparados a menos que nosotros conscientemente la generemos.

Y qué ocurre al arribar tan distinguida señora? Usualmente lo peor, dado que al no disponer de mecanismos de defensa para manejarla desconocemos el camino a tomar sin parámetros de medición ni alternativas; o sea, sin ninguna planificación. Entre más grande la crisis menos preparados y de allí que las respuestas sean tan variadas como personalidades hay. Los de mayor control la manejarán con calma (no sabemos si mejor o peor mas sí controlados) y los nerviosos, inseguros o emocionales de formas acordes a su carácter. Con la tendencia general que a mas liderazgo mejor manejo.

Otro aspecto importante de la crisis es que obliga a replantear conductas y lleva a nuevos derroteros, muchos de los cuales no pensábamos existían. Basta preguntar al huérfano como ha sido su vida en los años posteriores al fallecimiento de sus padres; o a un hombre que en un terremoto ha perdido todo lo material, cómo analiza ahora su vida; o a la viuda o viudo que dependía ciento por ciento de su pudiente cónyuge sin conocer sus negocios; o al hijo del empresario brillante quien súbitamente pasa de chico bohemio y simpático a duro presidente de la empresa familiar por muerte súbita del progenitor.

Estas situaciones (y cientos de otras similares) replantean el modo de actuar, decidir y controlar situaciones normales o de rutina porque son límite. Usualmente con pocos puntos en común con el ayer. Y dependiendo de la capacidad de adaptarse de cada quien así será su devenir, positivo o negativo. Porque crisis además del significado de culturas anteriores (problema y al tiempo, oportunidad) también plantea nuevas guías, caminos, paradigmas, ideas, creaciones o acciones.

Y el mejor momento para analizarlo y prepararlo es aquél que solo la minoría transita; los instantes en donde todo va bien y no pasa nada grave. Porque cuando llega la ola casi siempre las respuestas son tardías, lentas o emocionales, con menores posibilidades de triunfo.

Por eso la pregunta del millón es y seguirá siendo: ¿estamos preparados para cuando toque a la puerta?

Ramiro Henriquez
Miami Florida