Coltán: La Trampa Mortal


Cada cierto tiempo, la humanidad se ve sorprendida, a veces gratamente, en otras no tanto, con descubrimientos producto de avances tecnológicos impulsados a su vez por ambiciones expansionistas (guerras), epidemias (sida), carreras espaciales (aleaciones desconocidas), transportes (trenes ultraveloces, transbordadores) o comunicaciones. 

Es la historia del Coltán, materia prima de la industria celular y de la alta tecnología.

Todavía es incipiente el conocimiento sobre el mineral, bautizado como "el oro azul" y faltan años para dominar sus enormes posibilidades tal como aconteció con el petróleo, el que ingresa a su tercer siglo de explotación. En dicho lapso se han encontrado incontables aplicaciones para alcanzar los más de 80.000 productos y subproductos extraídos de el.

Bajo tal parámetro, se considera al Coltán como indispensable para la fabricación de celulares, video consolas, chips de computadoras, estaciones espaciales, trenes magnéticos de alta velocidad, industria aeroespacial, turbinas, paneles solares, equipos de resonancia magnética, implantes, prótesis de cadera -no lo rechaza el cuerpo humano- y gasoductos. Industrias en principio pacíficas.

Pero también, dado su extraordinario rendimiento, es solución para misiles balísticos, armas inteligentes y centrales nucleares -industrias de la guerra-. 

Que el principal productor sea la República Democrática del Congo -de contera de los más pobres- y que además utilice niños en la explotación de sus minas con salarios de uno a cinco dólares diarios presenta un panorama desolador y difícil de abordar.

De otra parte, los juegos de poder de las potencias, unido a la precariedad de los productores (no se reportan extensos yacimientos en el primer mundo o de haberlos, se mantienen ocultos) y a la corrupción de las élites locales lleva a un futuro sombrío. No en vano carga su apodo de "el mineral de la muerte", al punto que ha causado el exterminio de entre 4 y 5 millones de personas solo en el Congo, con la subsecuente deforestación, aniquilamiento del hábitat (de gorilas especialmente) y de especies nativas, en particular en el parque nacional Kakuzi Biega, corazón de las minas.

Citando textualmente a Pedro Pozas Terrados -Director Ejecutivo del Proyecto Gran Simio de España- "el nombre coltán procede de la abreviatura de columbita y tantalita, minerales que lo contienen. De ellos se extrae el tantalio y el niobio, utilizados en aparatos eléctricos, centrales atómicas, misiles y fibra óptica aunque la mayoría de su producción se destina a elaborar condensadores y partes de teléfonos móviles".

Otros productores son Brasil (segundo exportador mundial), Australia, Bolivia, Venezuela y Tailandia (en Colombia, se encuentra en zonas selváticas del sur del país, en área de conflicto guerrillero y paramilitar ¿o por eso mismo?), pero la cantidad combinada que extraen estas naciones no suple las necesidades del consumo mundial. De ahí la guerra a su alrededor con epicentro en el Congo, productor del 80% de la oferta.

Un aspecto que impide hoy día el pleno control sobre el mineral es que la explotación en unos países es legal mientras que ilegal en otros, o bajo control gubernamental. Dos ejemplos son Colombia y Venezuela. Mientras en el primero es un comercio legal aunque en vías de reglamentación, en el segundo es penalizado y solo el Estado lo desarrolla. No extraña entonces el contrabando entre ambos países, donde participan todos los actores: traficantes, intermediarios, mineros artesanales, delincuencia organizada y común, guerrilla, paramilitarismo, lavadores de dólares, funcionarios venales y población civil pobre.

La fenomenal escalada de su precio fue posterior al año 2000 y tuvo que ver con el uso de tantalio para la fabricación de microchips de nueva generación, que permitieron baterías de mas larga duración -la batalla silenciosa de la tecnología de punta- en teléfonos móviles, videojuegos y portátiles. De entonces acá la tendencia es al alza con el agravante de no haber reservas suficientes.

Para hacerse una idea del poder oculto detrás del Coltán, el Congo recibe actualmente mas millones de dólares en regalías que por las minas de oro y diamantes de los cuales vivió (o se mataron) desde siempre. Y se comprende mejor cuando las predicciones señalan que en pocos años el número de celulares habrá igualado al de la población mundial (7.000 millones de aparatos móviles); uno por habitante. Por citar una sola industria, floreciente e imparable.

En adición, el precio pagado por las multinacionales al tercer y cuarto mundo, por "su progreso" es demasiado alto y si bien ha sido una constante histórica, su consecuencia en destrucción, desertificación y miseria supera cualquier medida. Y lo lamentable es que todos se lavan las manos porque -religiosamente- pagan impuestos en sus casas matrices.

De manera que la próxima vez que cambiemos de smartphone sería saludable preguntarse: ¿cuanta sangre se habrá vertido para que yo pudiese disfrutar de este innovador y maravilloso artefacto que tengo entre manos?