Escribir, arte antiguo y moderno.

Para los conocedores, no hay discusion alguna acerca de la profesión más antigua del mundo. El problema surge de la segunda fila en adelante y la polémica es grande. Nosotros, inclinamos nuestro voto por la acción humana de escribir o escritura, tan importante como la misma evolución y pisando los talones a la primera e indiscutida líder.

Escribir es un hecho cultural de tan bastas proporciones que ha condicionado el desarrollo de civilizaciones enteras y sobrevivido al exhaustivo estudio de historiadores, arqueólogos, sociólogos, antropólogos, filólogos, sicólogos, filósofos y académicos.

En los tiempos que corren, la escritura ha venido siendo sometida a intensos debates por parte de estudiosos de la sociedad post-capitalista y es así como han vaticinado tantas veces que las computadores harán innecesario escribir como solíamos hacer; que los libros desaparecerán o quedarán dentro de los discos duros o servidores; que aprenderemos mientras dormimos; que se crearán máquinas inteligentes y de este modo no tendremos que esforzarnos; que los computadores solo responderán a la voz o los gestos; que los teclados serán piezas de museo; y así, decenas de nuevas o sorprendentes posibilidades. Tremenda quimera.

Lo increíble es que hayan sido esos mismos estadígrafos quienes acepten que cada vez hay mayor consumo de papel en el mundo; que se elaboran y venden más libros; que leemos más que antes y que los niños lo aprenden todo a edad más temprana por aquello de la estimulación precoz.

No obstante existe un peligro, más no en el sentido que desaparezca la escritura como tal y que los hombres dejen de plasmar sus ideas sobre el papel, monitores o tableros electrónicos. Sí podría suceder -en cambio- que los jóvenes se conformasen con aprender lo menos posible; que les fuere suficiente el vocabulario técnico (o abreviado como el “tqm” traducción: “te quiero mucho”; o pxq” traducción: porque” o “vo+tv” traducción: veo más televisión) para comunicarse con sus semejantes a gran escala. Puede darse que la cantidad desborde la calidad y el resultado fuese pobre mas ello no nos alejará del mundo intelectual; simplemente creará formas tan novedosas como pasajeras.

Así como la computadora generó un universo nuevo de clientes y consumidores, mercados y productos, profesiones y academia, e influyó en que los ejecutivos aprendiesen a “escribir a máquina” creando otras funciones para secretarias y asistentes, reorganizado el organigrama y estrechado jerarquías, así el internet ha producido una generación de estupendos jóvenes ejecutivos quienes se distinguen de sus pares en su estilo, formas de comunicarse, claridad de expresión, visión estratégica o lenguaje verbal y escrito al margen que sus metas fueren técnicas, financieras, administrativas, de ingeniería, diseño, sistemas, arquitectura, médicas, jurídicas, comerciales, industriales o políticas.

De modo que nada cambiará. El mundo seguirá dividido entre aquellos pocos que manejen el lenguaje -hablado y escrito en cualquier idioma- con soltura, elegancia, respeto a las fuentes y rigor profesional y una mayoría que lo desdeñe y subvalore. Ha sido la constante histórica y seguirá en la misma tónica. Si no fuese así preguntamos: ¿Cuántas personas conoce, que escriban o se expresen con brillantez pero que no sean escritores profesionales ni periodistas ni que trabajen con la palabra hablada o escrita ni que provengan del sector de las comunicaciones? Seguro que pocos.

Y a esos mejores elementos las mayorías seguirán sus ideas, entregándoles un liderazgo dada su capacidad de influir; porque la historia no se equivoca cuando se trata de estos menesteres y más bien tiende a repetirse.

Ramiro Henriquez
Miami, Florida.