Acuñado por Marck
Prensky, Master en negocios y educación de las universidades Harvard
y Yale, fue de los primeros pensadores en alzar su voz respecto de lo que
estaba ocurriendo en el mundo en la última parte del siglo XX y comienzos del
XXI.
Para Prensky, el cambio a escala mental ha sido de tal magnitud que los cerebros de los jóvenes empiezan a diferenciarse de los nuestros en casi todo, hasta el punto que a partir de los treinta y ocho (38) años de edad en adelante nos bautiza como inmigrantes digitales, es decir, poco menos que ¨aparecidos¨ en el mundo de aquellos y no al revés como sería dable suponer.
Para Prensky, el cambio a escala mental ha sido de tal magnitud que los cerebros de los jóvenes empiezan a diferenciarse de los nuestros en casi todo, hasta el punto que a partir de los treinta y ocho (38) años de edad en adelante nos bautiza como inmigrantes digitales, es decir, poco menos que ¨aparecidos¨ en el mundo de aquellos y no al revés como sería dable suponer.
Estos niños y jóvenes, quienes han
pasado la mayor parte de sus vidas invirtiendo miles de horas frente a computadoras, video
juegos, chats, celulares, competencias online y redes sociales, ven el mundo de
manera distinta, participando en otro tipo de diversiones, escuchando música especial, yendo a sitios extraños para nuestros estándares, vistiéndose excéntricamente (¿algunos ni se visten?) y por supuesto, tendrán que trabajar
de modo diametralmente opuesto al conocido en la formación profesional de
los adultos mayores.
Para un joven de la
Generación Net (su gentilicio), un trabajo debe ser un sitio donde se va a
divertir y de paso aprender pero por encima de todo, enseñar lo
que sabe a gente que -como Ud y yo- no se ha familiarizado con su mundo.
Lo que antes era percibido como alimento intelectual en la mayoría de temas, en poder de unos cuantos señores eruditos, ha pasado a ser el escenario donde
a ellos toca dictar cátedra porque allí casi nadie entiende lo que hacen.
Filosofando, hemos pasado
de tener respuestas para todo a las preguntas para todo, con la diferencia
que los maestros son mas jóvenes.
Lo anotado, ¿Los hace
menos capaces, menos inteligentes, poco productivos? ni por asomo.
Simplemente los
torna distintos pero con objetivos vivenciales similares a los
que trasegamos -desarrollarse profesionalmente, casarse, formar una familia,
divertirse, trascender, ganar dinero y/o prestigio- algunos como
líderes, otros como eficaces seguidores. Para ellos, laborar no es cargar
la cruz por tomar el fruto prohibido del Paraíso ni el cuento
de ganar el pan con el sudor de la frente (si alguien suda, es un
computador) y mas bien, consideran el mundo empresarial
un anacronismo a administrar con apoyo tecnológico, pero gerenciar de
modo particular.
En igual sentido, ¿qué
importancia tiene entender el universo de estos chicos y chicas? Toda.
Porque para gerenciarlos,
o en otros términos, liderarlos mientras toman las riendas del mando y del mundo, hay que
conocerlos mejor que ahora, saber qué los mueve -y conmueve-,
cuales sus motivaciones (nos sorprendemos al comparar con las
nuestras y vemos que concuerdan poco), dejarlos tranquilos, entender que su
Facebook es exactamente igual que nuestros comics de Supermán (Spidermán
lo derrotaría hoy de una, pues viene con antivirus que se actualiza
cada minuto); su Twitter, equivale a nuestros papelitos lanzados a las chicas en
el salón de clases colegiales o universitarias; su blackberry, nuestro
beeper (apostamos que un jóven no tiene la menor idea del artefacto ni
jamás ha tocado uno y si le dices que es un país se encoge de hombros con
un aburrido ok); nuestro fax, su scanner; la vieja cámara de fotos, su
celular, el I-phone, las cartas perfumadas de la novia, remitidas con mensajero.
Tanto como nos costaba
concebir la vida en el siglo X (no existía nada de lo que poseíamos hasta ayer) así
para ellos es un problema complicado entender la generación pasada. Dirán
los puristas que existe un abismo entre diez siglos de diferencia y menos de
uno. Quizás verdad revelada para nosotros, pero para los nativos digitales mil
años nuestros equivalen a cien de los suyos de suerte que estamos a
mano en la comparación. Si lo duda, pregunte al primer niño de siete años
que se le atraviese con un I-Phone en su mano.
Pero sorpresas depara la
vida.
Al momento de terminar
este artículo nos contaba una gran amiga quien vive en Vancouver,
Canadá, que su mamá (87 años) le pidió que no podía regresar a su país si
no le llevaba el lápiz electrónico para su I-Pad2, porque se cansaba
al escribir con los dedos.
Segunda perla: la
abuelita juega -y a veces les gana- con sus nietos en los
videojuegos online.
Tercera: No es ingeniera
de Sistemas retirada, ni ex-gerente de empresas ni banquera pensionada, ni
profesora universitaria. Su oficio: escultora.
¿Requiere mejor argumento
para evitar seguir realizando sus labores como ayer y antier? Por nuestra parte, ya
sabemos a quien emular. No precisamente un niño de siete años con su
I-phone.