El Empresariado y la Política

Uno de los interrogantes que a menudo se hace la gente del común -en nuestros países latinos- es el siguiente:

Si los mas brillantes empresarios son tan exitosos en sus respectivas empresas- ¿cual es la razón que les impide lanzarse al ruedo politico y replicar el esquema que con tan buen resultado ostentan en el sector privado?

Válida propuesta, sobre la cual intentamos aproximaciones:

En primer término, los componentes de cada uno de los mundos (el político y el empresarial) son distintos, muchas veces contrapuestos, pero que podrían llegar a feliz encuentro siempre que no hubiese otros factores de peso que impiden decidirlo rápido.

De una parte, la política vuelve publico a sus servidores y prácticamente no hay suceso o detalle de la vida de los gobernantes que no sea del dominio de la prensa (dado que fiscalizar e informar es su labor), de revistas de farándula, estupenda munición para adversarios póliticos y correligionarios que aspiran al mismo cargo; e intereses creados. Ningún dirigente político-empresarial puede aducir que su vida continuaría siendo privada ya que al momento de posesionarse renuncia a su privacidad. Viene casi adjunta al juramento de respetar la Constitución y las leyes por encima de sus intereses personales.

Por otra, el mundo empresarial maneja un perfil bajo salvo contadas excepciones y es normal que solo los líderes de cada conglomerado salgan a la luz pública a recibir homenajes, participar en grupos especiales o asesorar entidades sin ánimo de lucro. En lo atinente a sus empresas, prefieren un cuasi anonimato. Porque es preferible vender el producto real (la compañía) antes que el empaque pasajero (el dirigente).

Otra diferencia fundamental es la finalidad que persigue la empresa privada comparada con el sector público. En la primera, el lucro es el gran motor que hace que los hilos de la eficiencia, capacidad, generación de ideas y productos se persigan. En dos palabras, lo que no sea utilidad es visto -con suma frecuencia- por encima del hombro y aun los actos de apoyo a entidades sin ánimo de lucro (fundaciones, filantropía, beneficencia, títulos honoríficos) son analizados con mesura. Recordemos las palabras de Bill Gates sobre el manejo de su Fundación Bill & Melissa Gates (seis mil millones de dólares): ”es mas duro manejarla que dirigir la misma Microsoft, porque aquella debe ser eficiente, pero sin generar un dólar de utilidad para nadie que no sean los mas necesitados o para sí misma”.

Además, a la esfera pública le es inherente el bienestar social, la equidad, el equilibrio entre poderes, los juegos democráticos y demás. No basta mirar solamente que una entidad del Estado generase dinero sino para donde van dichas ganancias y qué se puede hacer para que beneficie a la mayoría de la población, en particular los estratos bajos. En otras, las cuotas de participación política, contraprestación a apoyos dados en las elecciones, compromisos de los jefes de los partidos (muchas veces distintos a los del funcionario) hacen que la toma de decisiones sea manejada de modo diferente. No será la rapidez al actuar, ni el conocimiento tecnico, o de los mercados, sino el cálculo político, el que pasaria si..., sumado a las complacencias de un sector u otro.

Por eso, los mejores elementos del sector privado meditan largamente sobre si lanzarse a la arena política y prefieren muchas veces la labor de asesores, juntas de apoyo, cuerpos consultores y staff personales hacia altos funcionarios del Estado (ad honorem por supuesto, aunque ya se verá mañana cómo se paga), a salvo de las miradas escrutadoras de los conciudadanos.

Y aunque no tuviese nada que ocultar siempre habrá quien de un pecado venial haga uno mortal; quien saque a relucir la inexactitud de una declaración de impuestos como el gran fraude; quien diga que sus romances de juventud con aquella universitaria, (hoy ministra) lo hacen indigno para el cargo que ocupa; o que su hermano o pariente cercano estuvo en líos con la justicia hace años y por tanto la familia (incluido el ejecutivo) debe cargar con un viacrucis eterno. Escándalos -reales o imaginarios- que rara vez son Activos, mas bien grandes Pasivos aunque en ocasiones si pueden incrementar Patrimonios, como cuando se escribe al respecto un libro polémico.

Por estas razones, no es de poca monta decidir llegar al sector público proveniente de la escena privada, máxime cuando se sigue formando parte de una sociedad anónima o limitada, o perteneciendo a Juntas Directivas de entidades que requieren del Estado para muchos de sus cometidos -es el caso de los Presidentes Piñerúa en Chile, Martinelli en Panamá y Berlusconi en Italia para tan solo citar tres ejemplos de actualidad-.

Otro problema para el empresario que torna a político es sacar avante cualquier meta u objetivo que se plantée con ojos de Gerencia, ya que mientras en la empresa privada su “autonomia de vuelo” es del 100% en la esfera oficial debe concertar muchos públicos, manejar con bisturí los pesos y contrapesos del poder y sobretodo aceptar conveniencias partidistas y mas de una ineficiencia que en su empresa jamas de los jamases aceptaría.

Finalmente, todo se reducirá al gran paso de aportar a su país sabiendo lo mucho que puede perder, o permanecer en el sector privado observando los toros desde la barrera; o apoyando candidatos como consultores; o la menos valiosa, siendo indiferentes ante el devenir nacional.

De los tres casos ejemplos sobran. Siempre una decisión profunda que alguna vez deberá plantearse el ejecutivo, dado que a mas exitoso mas veces considerado para cargos públicos; o mas personas lo propondrán para fortalecer sus causas.

Ramiro Henriquez