¿Sabes Leer y Escribir?

Es el interrogante que solemos plantear al referirnos al analfabetismo de los países de los llamados tercero y cuarto mundo, donde los bajos índices de alfabetización alcanzan cifras espeluznantes, el acceso a la educación básica es prioritario, los recursos financieros escasean y el desarrollo económico brilla por su ausencia.

Consideramos sin duda -ya fuere como dirigentes políticos o empresariales- que los niveles de enseñanza básicos de primaria y secundaria abren las puertas del bienestar, jalonan progreso, es una vía que aleja de la pobreza y camino expedito hacia la prosperidad. Y a fé que todo ello es cierto.

No obstante, la educación formal tiene escalones; y traspasado ese primer umbral empezamos a familiarizarnos con los superiores que permiten aspirar a otras instancias. Así por ejemplo, el profundizar en los conceptos de lectura y escritura conduce a nuevos horizontes, base de tantas profesiones liberales verbigracia el periodismo, el derecho, la diplomacia, la sociología, la antropología, la filología, la semiología (lenguaje de los símbolos), la linguística, las ciencias políticas y el protocolo entre otras, las cuales integran muchos conceptos para cumplr sus cometidos.

Para las de corte especializado, en particular las profesiones técnicas, ciencias exactas, investigadores puros, tecnólogos y demás, el asunto es a otro precio y para ellos, dominar el leer y escribir tiene dos grandes connotaciones: a) el de su respectiva formación, casi siempre en lenguaje "cuasi encriptado" pero breve, de los cuales son únicos interlocutores y b) el léxico común, el del hombre de a pié, en el que no se sienten tan cómodos comparado con los primeros.

Basta ver la manera de estos comunicarse con el mundo externo a sus afectos, para observar la dificultad con que lo hacen -sin generalizarlo; no obstante, los que muestran equilibrio no superan el tercio de los casos-, cuando no la delegación de sus mensajes en apoyos indirectos como secretarias, asistentes, servicios especiales o software.

Sin embargo, existe un nivel aun mas denso pero al alcance de todos y es el que apreciamos cuando leemos algo (mas allá de nuestra experticia, fuere técnica o humanística) que se precisa claramente. Es la satisfacción que produce el leer entre líneas, extractar lo básico de un tema, resumir, tomar notas exactas con profundidad al tiempo que brevedad; encontrar el verdadero sentido de lo que aprendemos o escuchamos; deducir con exactitud lo que se quiso decir pero quedó a medias; o emitir conceptos valiosos en una página. Es en estas lides donde periodistas, jueces, abogados, sicólogos, siquiatras, sociólogos, relacionistas públicos, publicistas, linguistas, escritores e intelectuales descollan y obviamente, nos influyen.

Porque leer o escribir a estos niveles es asunto de múltiples interpretaciones y no solo de una. En una palabra, es el acto de comunicar y ello trasciende profesiones, especialidades o actividades. Aun mas en el ámbito empresarial, donde se fusionan la gerencia (objeto de nuestro estudio) con lo que queremos de ella.

Ciertamente y por mas que lo intentemos, un bello poema o prosa bien lograda no nos arreglará un flujo de caja, ni fortalecerá una prueba ácida, ni mejorará índices de cartera, ni optimizará inventarios, ni simplificará un software, ni resolverá un atraso en producción, ni convertirá en eficiente a quien no lo tenga en gérmen. Jamás.

Mas también es objetivo concluir que cualquiera de dichos impedimentos podrían verse mejorados, simplificados, publicitados, suavizados o resueltos mediante una perfecta comunicación (verbal o escrita) que llegare a los receptores con máxima claridad, certeza, eficacia, sencillez. ¿Será difícil conseguirlo para una mentalidad eminentemente técnica? al menos arduo, pero no por complejo menos valioso pues la recompensa lo justifica. Quien dijo que el éxito era sencillo?

De otra parte, los grandes de la historia se han caracterizado por el manejo excelso tanto de la prosa como del verbo (en ocasiones extraordinario), de su lenguaje cotidiano. Desde Alejandro Magno hasta Julio César, de Bolívar a Martí, de Lincoln a Washington, de Roosevelt a Churchill, de Metternich a Napoleón y de Bismark a De Gaulle para citar el campo político. En el empresarial, desde Iaccoca a Bill Gates, de Drucker a Demming, de Michael Dell a Andy Grove; y en la ciencia, desde Descartes a Leibnitz, de Da Vinci a Maquiavelo y de Sagan a Wierner.

En todos, sin excepcion, podemos apreciar extremo cuidado en su lenguaje y comunicaciones formales. La mayoría valorando en alto grado hacer de aquél una herramienta tan vital que les permita liderar pueblos o crear ciencia, descifrar un estado de ingresos y egresos o fijar cronogramas, deducir fórmulas químicas o elaborar diseños arquitectónicos, construir super autopistas o enviar naves a Marte.

Como lo han conseguido? con un sentido autodidáctico de sus vidas y la concientización que su educación continuada tiene sentido, lleva a metas, toca el alma de sus receptores. Saben que la inspiración y perfección de sus escritos (o discursos, o mensajes) supera la técnica; que la información perfecta es aquella que genera sueños y sobretodo impulsos, enmarcada en la sana inconformidad al comprender que aunque las palabras provengan de la interiorización de un intelecto, sus escritos son construídos palmo a palmo -verso a verso diría Antonio Machado- mas que con el chispazo del instante o la inteligencia ráuda.

De modo que no hará mal al dirigente empresarial de ésta sociedad post capitalista respetar estos saberes aunque no los domine a la perfección, en la certeza que si bien no ganará el Nobel de literatura si se comunicará mejor con sus dirigidos, fuere por e-mail, chat, Ipad, Iphone o blackberry. Y comunicar con excelencia ayudará para alcanzar logros, motivar subalternos y satisfacer clientes.

Es en este contexto que vale reiterar: De veras, sabemos leer y escribir? Nunca es tarde para aprender. Lo conocemos de siempre.

Ramiro Henriquez