Dependiendo de la rama del saber respectivo la definición adquiere matices. Así, para el sicólogo estará relacionada al equilibrio mental; para el sociólogo, a la influencia de grupos humanos; para el antropólogo, a las similitudes entre el hombre y el animal; y para el ejecutivo, a la manera como lidera subalternos. Cada ciencia, grupo social o económico trae consigo su propio lenguaje y en cierto sentido a todas cabría parte de razón.
Pero el
criterio como tal tiene "enemigos" al acecho y uno de ellos, la
revolución tecnológica. Cuando se analizan los avances que ésta ha traído a la sociedad post
capitalista causa asombro. Mas aún cuando en cada decenio los
cambios acaecidos son de una envergadura jamás
vista, lo cual aumenta mas que proporcionalmente.
Lo iniciado -de modo imperceptible- como mecanización de la sociedad en los siglos XVIII y XIX, fue seguido en el XX por robots, en reemplazo de labores repetitivas; y ha venido ascendiendo cada hora del siglo XXI coqueteando a nuestro cerebro. Nadie sabe cuando se detendrá si es que alguna vez sucediese. Ejemplos, por montones:
En Estados
Unidos y en general en el primer mundo, son los computadores los que
actualmente "aconsejan" a ejecutivos bancarios cuales préstamos otorgar y qué negar, mucho antes que el
joven ejecutivo haya llegado a su oficina y previo al primer café de la mañana. Un listado A y otro B le
dice (¿ordena?) lo que debe hacer o
no. Sólo su criterio (fuerte o débil según el sujeto) lo puede ayudar
si algún cliente hubiese que
excluirlo de la lista negra apartándose de lo recomendado por el
software corporativo.
Amazon,
la librería online más grande del mundo, va incorporando en su base de datos
(otro software; nada de genios de carne y hueso), a qué libros y temática se inclina el lector para
enviarle automáticamente correos electrónicos -o en su perfil de Amazon- sobre lo nuevo a salir a
tono con su tendencia. Si crecen los intereses del cliente crecerá su listado. Esto tiene varios años de estar funcionando; casi considerado viejo en materia tecnológica.
Twitter,
la red de microblogs, estudia cada Twitt publicado; y si el
"twittero" es asiduo colaborador y suscribe temas de contenido
interesante, le hace propaganda ante personas o entidades que lo replican en
igual sentido, no importando (mas bien prefiriendo) si fuesen desconocidos.
Parecido sucede con aquellos factibles contactos que -en teoría- interesasen al twittero. El 100% de la operación la realiza un servidor preprogramado sin intervención humana en su último tramo.
Hacia
adelante, el asunto pinta inquietante: la nevera que anunciará que la leche, carne o huevos se agotarán X día; los cubiertos que -mediante
un chip- sugerirán evitar ingerir lo que estuviéremos masticando; el vehículo
que no encenderá aun con la llave puesta, si
nuestro grado de alcohol fuese más alto de lo legalmente
permitido; la tableta que enrollaremos cual hoja de papel y que será auténtica asistente o secretaria;
la góndola del supermercado que
analizará por sí sola la rotación de productos de manera que
el supervisor reponga existencias; los taxis sin chofer que solicitáremos vía I-pad (existen hoy en
Alemania); la ATM que expedirá pasajes aéreos internacionales (comunes ya en Japón).
Lo que, a
título de ejemplo, empezó cual hecho puntual (robots en la línea de montaje de fábricas de autos) ha cambiado
de nivel y va acercándose al tipo de decisiones
que solían tomar los abuelos apoyados
en su experimentado criterio. Basta repasar los inventos y prototipos que
circulan en la Red.
Pero algo
más sutil (vivencial) se va
diluyendo, aún aceptando en gracia de
discusión que aplaudamos el progreso.
Es la pérdida de interacción humana de tantas decisiones: del banquero que aconsejaba
a su cliente (no hay tiempo ahora); del librero con quienes departíamos café y que traía el último dato literario,
empresarial o chisme (tranquilo que para eso, existe un software de reemplazo y
así no te mueves del escritorio);
del tendero de barrio con quien comentábamos el partido de fútbol dominical, con mas entusiasmo si éramos fans de equipos enfrentados (hoy mientras
desayunamos, escuchamos y/o vemos los resultados en el Iphone 6, el Ipad 5, el
Galaxy 4 o el Blackberry Z10); del compañero de oficina con quien nos
poníamos al día de la fiesta del Sábado (ahora reemplazado por
tabletas que todo almacenan y nos mantienen informados; y en últimas nada será grave pues nos queda el
recurso de chatear).
¿Será revivir nostalgias el quid de la cuestión? Dios nos libre. El ayer desapareció y lo único seguro es el cambiante
futuro. Mas bien reflexionar qué ganamos (tecnología) a costa de lo que perdemos (contacto humano; criterio
para decidir; soledad, aislamiento), si no hacemos esfuerzos por mantenernos
vigentes y en control. Algo va de seis chicos y chicas -de hace apenas una
generación- discutiendo en cafetería sobre la película de moda...a esos mismos
seis jóvenes hoy, cada uno con su
Smartphone "texteando" con otros seis. Doce personas que no interactúan salvo dos; y posiblemente nunca lo hagan en grupo.
Un hecho
incontrovertible, es que la tecnología llegó para quedarse sin olvidar que el humanismo estaba aquí cuando eso pasó. No permitamos que se
inviertan los papeles dado que serán nuestros criterios -en
cuanto seres humanos- los que saldrán perjudicados. Dependerá enteramente de nosotros y si nos quite el sueño o sigamos tan profundos que despertemos con pesadillas.