Sin Tiempo para Leer

Recurrentemente, escuchamos a amigos, colegas, contactos de negocios, jóvenes y viejos, ejecutivos o amas de casa, expresar la frase “no tengo tiempo de nada” y ojalá el dia tuviera 30 horas”.

Lo anterior tiene muchas explicaciones, una de ellas el agitado andar del mundo moderno cuando hay mas por hacer, enfrentado a infinidad de sucesos con mayores y mejores tecnologías, muchas de ellas implicando alto consumo de tiempo. En otras, porque la industria del entretenimiento (algunos la llaman del ocio; nosotros preferimos el término tiempo libre o discrecional), ha llegado con fuerza creciente que toma cada segundo a la disposición para vendernos la última diversión o el producto de moda.

Obviamente, esto paga un precio cuando se trata de compararlo con momentos de reflexión, soledad, autoanálisis, estudio y preparación intelectual. Lo que antes era tan sencillo de hacer como leer el periódico matinal, libro, revista, asistir a un seminario o sostener mesas redondas con colegas o grupos afines -cuando no la tertulia con los amigos de toda la vida- se ha vuelto difícil y cuidado que aplazado para fechas lejanas que no se concretan.

Si pudiesemos priorizar la lectura habitual comparada con los demás entretenimientos, diversiones o juguetes tecnológicos (los Norteamericanos los llaman “gadgets”), tendríamos una secuencia como ésta: a) preferimos los videos por sobre las lecturas b) en segundo lugar amamos las presentaciones automáticas c) en tercero, las mismas pero manuales d) en cuarto, las conferencias con presentaciones que no requieran tomar notas e) en quinto, los articulos o escritos de una sóla página ojalá con imágenes espectaculares f) en sexto, los de dos páginas g) en séptimo, los de mas de dos páginas pero menos de cinco h) por último, los superiores a diez y que de buena fé se aplazan pero nunca se leerán.

Imaginemos la vida útil del libro best seller, la revista de temas profundos o la prensa especializada. Tan pronto queremos ponernos al día con ellos nos llega el siguiente ejemplar y si a eso sumamos las tareas pendientes de la oficina las cuales muchas veces requieren trabajar hasta tarde (algunos se llevan labores a casa) tenemos tal alud de información que nos impide ponernos al día aunque querramos.

Es indudable que no podemos cambiar la tendencia sino adaptarnos a ella y robarle horas al sueño o al descanso; levantarnos mas temprano; cambiar por lecturas las diversiones, deportes, espectáculos al aire libre, la TV y el Cable, reunirnos con amigos o el cine.

Dirán algunos (convenimos en ello) que también influye la formación de cada cual; la autodisciplina y capacidad de concentracion; los buenos hábitos de lectura; la estructura de la propia personalidad y a todo debemos decir que nos identificamos. Pero nada impide aceptar que cada vez tendremos nuevos distractores -la mayoría fabulosos, posesivos, instantáneos, hipnotizadores- que arrinconan nuestro tiempo dedicado al leer y al cultivarnos.

Pasar a la polémica de si los libros, periódicos o material de estudio serán sustituidos por medios electrónicos no tiene mucho sentido dado que la verdad es que todos convivirán amoldándose a las vivencias de cada uno. Pero la tecnología moldea hábitos y tendencias hasta ahora insospechadas tales como: la remodelación física y funcional de oficinas (o su desaparición en algunos casos); el trabajo a distancia; las ciudades enteras conectadas por internet; las video conferencias que ahorran costos de traslados afectando industrias como la aviación, la hotelería, los transportes masivos; la irrupción de libros electrónicos que han puesto en jaque a la industria editorial; los seminarios por internet (webminars), los cuales evitan desplazamientos; o la Universidad virtual y a distancia.

Y ello repercute en nuestro tiempo libre dedicado a la relajante lectura en casa, el parque o la playa. Y ser consciente de los límites es buen punto de partida ya que nada reemplazará la capacidad del hombre de autoeducarse, formarse, reflexionar activamente como cuando se lee o escribe prefiriendo lo mediato (el libro aunque fuere electrónico) por sobre lo inmediato (el video o la imagen), porque volver sobre aquél fortalecerá lo estudiado.

Estamos en época de cambios paradigmáticos, sobretodo para aquellos que como nosotros nacimos sin siquiera la televisión en blanco y negro y a duras penas conocimos de niños los teléfonos fijos -todos por supuesto negros y de infinita espera; para nosotros el celular es un sueño que vivimos a diario-. Por eso, adaptarse traerá buenos vientos porque nuestra experiencia será positiva para generaciones mas jóvenes. Ellos no han vivido las valiosas experiencias de nuestra formación (pero tendrán otras) y asi como para nosotros no ha sido nada fácil adaptarnos a nuevas tecnologías -y sin embargo lo hacemos- para ellos será importante revisar un pasado que vale la pena examinar aunque fuere parcialmente.

Los adultos conocemos sus ventajas; ellos las desconocen y es nuestro deber luchar por inculcárselas no importando si somos o no escuchados. Alguna vez, en su adultez, caerán en cuenta que aquella insistencia en que comprendan “cómo mira el mundo la vieja guardia” valdrá su peso en oro para sus jóvenes expectativas de progreso.

Ramiro Henriquez