La Tecnología En América Latina

Uno de los grandes interrogantes planteados por los expertos es la real capacidad de América Latina para estar a la par del desarrollo tecnológico de los países del primer mundo. Pregunta difícil con múltiples respuestas en uno u otro sentido.

Dentro del componente del desarrollo económico, la tecnología -en todas sus formas- ha pasado a ser elemento prioritario para determinar el grado de progreso de un país o zona geográfica. Así, los países de mayores ingresos tales como Estados Unidos, Alemania, Japón, Canadá, Italia y Francia, para citar unos pocos, tienen un poder tecnológico superior a los del tercer mundo –léase Latinoamérica, Asia y Africa- y con capacidad económica y educación ampliamente estructurados.

Si recordamos que uno de los símbolos del capitalismo -por allá en la década de los cincuenta del siglo pasado- era el automóvil, éste tenía un componente de tecnología del 50 % sobre el valor total del vehículo, comparado con el símbolo actual (el chip de silicio, materia prima de los computadores) cuyo componente tecnológico equivale a más del 80% sobre el valor total de un computador de escritorio, por citar un solo caso.

Ese treinta (30%) por ciento de avance sobre el costo total (en cincuenta años largos) muestra a las claras la tendencia y es fácil suponer que con el correr del siglo XXI ésta se incrementará.

Y que herramientas tiene Latinomérica para contrarrestar la fuerza avasalladora del progreso? Podrían ser muchas o pocas dependiendo como se analice. En primer lugar la capacidad del latino de manejar crisis económicas, personales o grupales, las cuales le han servido en el pasado para mostrar su innato sentido de supervivencia.

En el lado positivo, el hombre (o mujer) latino es arrojado, trabajador, creativo, buen solucionador de crisis (en particular las de corto plazo), con excelentes valores personales, imaginativo, inteligente, bueno para conformar equipos y con la familia como centro.

En el negativo, tiende al desorden, a trabajar sin métodos ni sistemas, poco planificador, indisciplinado, emocional y de metas cambiantes. Obviamente es una generalización en ambos sentidos. En otras palabras, las excepciones existen al igual que en los países ricos donde veríamos el caso contrario.

Y hablando de formación, es grande el papel que pueden jugar las Universidades e institutos técnicos para contribuir con el cometido. Afortunadamente, se percibe en la juventud latinoamericana un gran deseo de aprender tecnologías de todo tipo; de ahí la proliferación de entidades tendientes a tal fin.

A esto contribuyen internet, los computadores, los video juegos, la revolución celular (la cual, en pocos años ha superado la telefonía convencional), el mundo inalámbrico, las video-conferencias, la robótica y el trabajar desde el hogar con tecnología de punta.

Es la educación un primer paso aunque no el único ya que también las finanzas, la inversión extranjera, los bancos y los grandes capitales impulsan el desarrollo. Pero si un pueblo es lo suficientemente educado y con solidez en sus instituciones, atraerá con seguridad la inversión de los países del primer mundo.

Allí tenemos el ejemplo de Irlanda, con una población pequeña (alrededor de tres millones de habitantes) pero bilingüe y muy bien formada, que ha dado cabida a los Call Center de las grandes multinacionales. Otros casos serían Nueva Zelandia, Singapur y en nuestro continente, Costa Rica, Panamá y Argentina. Definitivamente no es imposible.

En conclusión, disponemos del material humano, los objetivos en el horizonte y el camino para conseguirlos. Empero, será nuestra actitud ante el desafío lo que nos separará de conseguir las metas que necesitamos. Porque no hay forma de revertir la tendencia y antes por el contrario, quien no se monte al bus de la tecnología quedará rezagado para siempre.

Y América Latina no se puede permitir ese lujo. Podremos tener acceso a las mejores máquinas electrónicas pero si no conseguimos personal autóctono que las opere eficientemente de poco valdrá.

Los jóvenes -incluída la nueva política- tendrán la respuesta de actuar y los adultos permitírselo, aceptando que el mundo que los mayores vivieron ya no contará sino que el nuevo órden (con otras leyes, muchas veces desconocidas o innovadoras) se impondrá. Nos tocará decidir si queremos ser simples espectadores o actores de primer orden en la escena mundial.

Ramiro Henriquez
Miami Florida.