La Cosa

En formación de infantes, nada mas aleccionador (si bien cruel) que cuando por corregir al menor -la mayoria de veces- mencionamos que si se porta mal, no ingiere su comida a tiempo o desobedece, una ¨Cosa¨ -a veces enorme, en otras voraz, oscura y tenebrosa; de dientes afilados, botando fuego en ocasiones pero en todo caso siniestra- vendrá por él.

Y no hay niño que no se aterre porque su imaginación puede mas que sus conocimientos y empieza a configurar en su mente un sinfín de posibilidades, tantas que le impide conciliar el sueño en la noche; algunos niños, muchas noches mas.

Medio en broma medio en serio, parece que a partir de allí la cosa nos acompañará por siempre, recordando que la infancia es el período de la vida donde las vivencias se incuban definitivamente.

Sin adentrarnos en disquisiciones del mal infringido a tiernas criaturas, lo traemos a colación pues ayuda a ambientar un artículo dirigido a ella. Ahora bien, ¿a cual de todas?

En el mismo orden y ampliando el espectro, se supone que una de las maneras de adquirir erudición, es la cantidad y precisión de los vocablos dominados y supuestamente utilizados en el lenguaje verbal, escrito o audiovisual. Y entre mas las utilicemos mas impactamos a las respectivas audiencias. Así, para hablar y escribir (en cualquier idioma) con el vocabulario del ciudadano promedio, bastan 1.000 palabras; 2.000 para leer cabalmente el periódico o revistas generales incluídos columnistas; bordear las 3.000 para una novela algo profunda; cerca de las 4.000 si es un libro de texto universitario o publicación especializada; y 5.000 si un denso tratado conceptual.

Sin embargo, para convertirse en profesional de la palabra (como algunas ramas del saber que citaremos) debemos dominar desde 6.000 en adelante. Situándolo en contexto, un escritor inmortal como Miguel de Cervantes Saavedra, estudiado hasta la saciedad, manejaba ocho mil (8.000) términos. Y para perfilarlo mas, el idioma Español dispone de 283.000 vocablos. Reiteramos la cifra: mas de un cuarto de millón.

A qué viene el asunto?

Tantas veces, sin ser plenamente conscientes, rebautizamos el verdadero significado de sustantivos, adjetivos, adverbios, pronombres, verbos, artículos y hasta preposiciones (dependiendo de múltiples factores), con la expresión ¨cosa¨. Porque cosa puede ser - ¿que mas podría?-  cualquier cosa. Si los esquimales disponen de treinta términos diferentes para designar la nieve (obviamente, manejan tres decenas de categorías de la misma), asi nosotros nos damos el lujo de tener treinta significados distintos para la sola cosa. Y lo peor (¿o mejor?) es que funciona -hasta con violencia como la Cosa Nostra- aunque fuere a tropezones.

La fuerza de la cosa es onnipresente y de tantas proporciones que el ciberespacio no escapa a su influjo. Ingrese a estos sitios y verá que aparecen muchas cosas, esas sí con nombre exacto: a) www.lacosa.com b) www.lacosa.net c) www.lacosaweb.com. Todas interesantes y ofreciendo variados productos y servicios; en suma, intercambiando cosas.

Cosificar en exceso implica riesgos comunicativos para el sujeto en general y el empresarial en particular, porque resulta fácil la interpretación errónea (ya convinimos en que cosa puede ser lo que querramos sea), o conducir a las expresiones incompletas, los chismes o inequidades, labores a medio terminar, circulares confusas, correos electrónicos desastrozos; órdenes mal ejecutadas al resultar incomprendidas por pésimamente redactadas. 

Un ángulo positivo que lo evita es si logramos convertirnos en ejecutivos precisos del lenguaje, porque la atención de nuestro interlocutor se afianza (lo mismo sucede si lee o escucha en video), el foco del temario se incrementa, las visualizaciones se objetivizan (no es lo mismo decir te obsequio esta cosa que este laptop; o pásame la cosa que pásame el libro rojo). Si respetamos lo que dicen los abuelos ¨llamando las cosas por su nombre¨, nuestras interrelaciones ganarán en peso y contenido.

Lógicamente, ello no garantiza alcanzar objetivos profesionales pero al fijarlos con exactitud (la precisión, señoras y señores, es pilar de los Sistemas de Información) causaremos la mejor impresión y esa sí es puerta al logro. Además si se acostumbra comunicar con acierto, la imagen mejorará y perdurará el mensaje. Lo aseguran linguistas, semiólogos, filólogos, comunicadores de radio, prensa y TV, literatos, intelectuales, publicistas, neurolinguístas, periodistas económicos y antropólogos de talla internacional. Lo valioso son sus ángulos complementarios y sobretodo que funciona para los negocios y la vida.

¿Predilecciones abstractas de individuos alejados del mundo empresarial? olvídelo. La lista es larga mas no sobran convidados: Bill Gates de Microsoft (estupendo escritor y orador); Jack Welch de General Electric (conferenciante excelso, autor de libros de liderazgo); Peter Drucker -asesor Internacional, se inició como periodista económico, con decenas de libros best seller-; Akio Morita de Sony -magnífico comunicador, su libro de gerencia es lectura obligada-; Sir Richard Branson, de Virgin Air -difícil encontrar un ejecutivo mas proclive a la acción, pero estupendo conferencista y columnista ad-honorem de diarios económicos del mundo. Sugerimos su autobiografía, de su puño y letra-.

¿Que lo de Ud. es diferente, la Política, el Liderazgo o la Religión? peor: Winston Churchill, estadista inglés de la segunda guerra mundial, con numerosos libros, orador electrizante; Napoleón -su fama como tribuno no conoce parangón; pero su mayor orgullo fue haber contribuido a crear el Código Civil francés-; Alejandro Magno -máximo conquistador de todos los tiempos, pero era un filósofo discípulo de Aristóteles-; Vaclav Havel -dramaturgo consagrado, que entre una y otra obra de teatro se las arregló para ser presidente de Checoslovaquia-; o Jesucristo ¿alguien conoce de algún escrito suyo? todo lo hizo prevalído únicamente de su verbo, prosa sencilla pero en extremo coherente. 

El respeto a la palabra, en todas sus manifestaciones y lenguas, paga jugosos dividendos.

Retornando a las pequeñas cosas, otro error común -que no se circunscribe al término cosa pero semejante, son las escasas expresiones y frases con las cuales cientos de ejecutivos y gerentes administran el noventa y cinco (95%) por ciento de sus acciones, comentarios, órdenes, sugerencias, diálogos, preguntas y respuestas del día a día.

Las muestras no abundan pues -por definición- son ínfimas, tales como: vaina, rollo, enredo, lío, joda, etc. Y sus frases completas, ni se diga: ¨hay que vender la vaina¨;¨una constante mamadera de gallo¨; ¨el rollo está duro¨; ¨aquel lío fue de lo mas teso¨, ¨el tema pasa por...¨; ¨¿me recuerda su nombre?¨; márcame a mi celu¨; préstame la joda aquella¨. Aunque caemos en la tentación de utilizarlos una que otra vez (mea culpa), el problema se presenta cuando hacemos de la muletilla una filosofía.

Las conclusiones, tan sencillas de extraer que hasta un niño de aquellos lo entiende: incrementar el léxico hablado y escrito, desde las 1.000 y 2.000 palabras hasta al menos duplicarlas. Todos lo notarán, subalternos, colegas, jefes, banqueros, clientes y proveedores.

Fé de erratas: La única palabra que aqui se repitió veinticuatro (24) veces fue ¨cosa¨ pero -afortunadamente creemos- con 24 significados diferentes (¿precisos? no lo apostamos). Algunos lectores así lo prefieren y lo seguirán queriendo no obstante las sugerencias. Porque sin lugar a dudas somos la envidia de los esquimales. 

Como comprenderán, por ahi va la cosa ya que a fin de cuentas, son cosas de la vida.