Las Ventas, como siempre.

La venta, ese milenario intercambio de productos o servicios por dinero es tan antigua como el hombre. Para refrescar memorias, baste recordar los anuncios publicitarios (si, leyó bien) en las cavernas del Paleolítico o las ruinas de China, Pompeya, Grecia y Roma para cerciorarnos que vender ha sido acción tan natural como necesaria para el ser humano, además de importante vía al progreso.

Con el correr de los siglos, distintas organizaciones han venido en auxilio de las ventas para impulsarlas a niveles más altos y de esta manera catapultar países, civilizaciones, reinados, dinastías o clanes. Ya fuese el Medio oriente, China, Japón, Europa Occidental o finalmente América, uno detrás de otro contribuyó a expandir mercados, productos, bienes y servicios.

Sería largo enumerar en un breve artículo el trasfondo de muchas decisiones económicas con disfraz político a través de la historia, pero algunos ejemplos servirán de muestra: a) Las Cruzadas, que con su manto religioso expandió los negocios europeos al Oriente b) los viajes de Marco Polo que en un aparente deseo de conocer culturas llevó y trajo de China el intercambio de especies; c) El descubrimiento de América, grandemente necesitado por España, el país más pobre de la Europa del siglo XV y evento que le abrió puertas de riquezas pero también calamidades con la inflación de precios posterior a la llegada de Colón d) Las actuales “ayudas” de Estados Unidos a países pobres, con todos los negocios y ventas amarradas a dicha colaboraciones -en apariencia desinteresadas-, etc.

La línea en común de esos ejemplos es el deseo de abrir mercados, dominar productos, apoderarse de especies desconocidas cuando no actuar como monopolio en aquellos sitios o gobiernos que lo permitiesen.

Gran aliado de esos movimientos han sido las cambiantes tecnologías que han acompañado al hombre en su devenir, llámese la edad del bronce (armas), la época preindustrial (renacimiento, grandes talentos); la era industrial (máquina de vapor); la moderna (automóvil); la capitalista (computador); y la post-capitalista (internet).

El hilo conductor (considerado a nivel microeconómico) ha sido la venta, acto de persuasión de unos seres humanos con espíritu positivo, elocuencia o astucia, sobre otros con alta receptividad para esos mensajes. Lo interesante es que el acto de vender es independiente de la época, mercados adonde se dirija, productos a intercambiar o sistema político imperante.

De tal suerte que cada ayuda tecnológica, económica, política u organizativa viene en apoyo -mas no reemplaza- ese acto tan pragmático que llamamos vender o convencer o persuadir -quizás hipnótico- por el cual una persona es tentada, subyugada o enamorada a adquirir un bien. Si no que lo digan los ojos de algunas compradoras en los grandes centros comerciales; seguro darían la vida por el amado objeto que tienen ante su vista.

Concluyendo, las ventas seguirán allí como siempre, inamovibles, eternas en su esencia pero apoyadas por toda aquella herramienta que permita llegar más fácilmente a las masas y en especial a cada consumidor.

Ramiro Henriquez
Miami, Florida.