Herr Alois Alzheimer

Raro encontrar ejecutivos de cualquier parte que no estén familiarizados con la palabra Alzheimer. Término objeto de bromas por pequeños olvidos en la oficina, se convierte en excusa perfecta para ocultar ineficiencias y en no pocas ocasiones, temores.

Asumimos actitud opuesta al referirnos a alguien (si con mas veras, es amigo o pariente cercano) víctima de daño cerebral considerable; y si bien escuchamos su caso angustiados, una vez restablecido o acostumbrados a la novedad olvidamos el mal momento con la manida frase "eso no me pasará".

Pero, ¿de dónde proviene la notoriedad del mal de Alzheimer? Precisemos unas líneas sobre su padre putativo.

Alois Alzheimer, ciudadano alemán, neurólogo brillante (condecorado al final de su vida por el gobierno germano dado su aporte a la medicina) fue de los primeros en observar -investigando varios años en el asilo para ancianos de Frankfurt- que el cerebro podía perder paulatina capacidad, por causas que podían ser genéticas o adquiridas. La carencia de una sustancia química vital -la Acetilcolina- era la causa primaria del deterioro. Alois escribió seis volúmenes sobre distintas patologías mentales, con énfasis en demencia pre-senil y senil.

Desde otra óptica, un artículo como este no podría competir con uno de corte médico, en particular referido a causas, tratamientos, agravantes, atenuantes y consecuencias de enfermedades cerebrales; tampoco lo pretende. Su interés es agitar el debate y concientizar al ejecutivo -a propósito; a pesar que la tendencia arranca desde los 65 años no siempre el propenso pertenece a la tercera edad; también afecta mas a mujeres, quizás por vivir mas tiempo- y qué aconsejan los expertos para paliar sus efectos siendo hasta hoy tema tabú al interior de empresas y Juntas Directivas, de tal suerte que apenas se empieza a ventilar.

En ese orden, las recomendaciones científicas se orientan a estudiar el cerebro observando progresos al igual que retrocesos. Solo el correr del tiempo permitirá saber si el camino elegido -estudios en el laboratorio- resultó adecuado.

¿Sugerencias valiosas? varias: distraerse con videojuegos; cambiar rutinas y patrones mentales; utilizar mas la mano o pierna diferente a la propia -izquierda para diestros y viceversa, particularmente en deportes-; realizar labores repetitivas de atrás hacia adelante; resolver crucigramas o sudokus; bajar el estrés a toda costa; evitar fumar; comer a horas precisas y preferiblemente lejos del escritorio; ingerir vitaminas E, D y antioxidantes; dieta baja en grasas; control del colesterol; ejercicio al aire libre y cualquier otra acción física y/o síquica que contribuya a agilizar el intelecto, mantenernos alerta y retrasar la aparición del mal, estemos genéticamente predispuestos o no.

Lo fundamental es que el ejecutivo de esta convulsionada era informática, convenga en que no puede llevar a cero los riesgos y es preferible estudiar lo que sobre el tema llegue a su mano. Indagar juiciosamente le ayuda mas que perjudicar, al considerar algunos -erróneamente- que no se justifica saber por no haberse encontrado cura. Como el cáncer, ni siquiera sabemos si algún día se consiga erradicar, mas no por ello hay que descuidarse.

Un segundo ángulo es la obediencia debida a recomendaciones médicas. Si hay algo durísimo de aceptar por líderes empresariales es acatar órdenes de un galeno que -desde su óptica de gerentes acostumbrados a juzgar, "desconocen lo que es vender", "poco de publicidad e imagen", "finanzas en sus mínimos" y "baja calificación en análisis estratégico de mercados"-. Lo que olvida el flamante directivo es que nada de eso vale un dólar cuando se trata de salud.

Hay que avenirse -a regañadientes sería buena palabra- a que son los discípulos de Hipócrates quienes mandan y su dictamen médico, sin discusión; y al igual que el capitán de navío, del avión, del siquiatra o sicólogo en su clínica, son reyes y reinas de su feudo, punto. Así como rehusamos intromisiones en nuestros campos empresariales, ellos también en los suyos.

La conclusión salta a la vista: ejecutivo -por brillante que fuere- que no se atenga a que las reglas de juego en las blancas y frías paredes de un consultorio son otras y que ningún gerente las domina pasará ratos amargos, sin circunscribirlo al Alzheimer sino aplicable a cualquier dolencia cerebral, cardíaca, hepática, ósea, nerviosa, digestiva o corporal.

Hijos y nietos lo agradecerán con sus alegrías, en especial cuando vengan de visita a mostrar el último videojuego con el cual sin duda nos harán trizas.

Es lo que se conoce -después de mucho trajinar y tanto estrés- como disfrutar de la buena vida, ojalá lo mas lejos posible de alemanes.