Ello, al margen de si fungimos como defensores o acusadores o conceptuamos que afectaron empresas o conglomerados; o antes por el contrario, si beneficiaron con sus ejecutorias.
De antemano es justo
dejar sentado que estos análisis conllevan la probabilidad (alta)
de tocar fibras sensibles de aquellos perjudicados en cualquier
forma por un liderazgo funesto, o confiscados sus bienes, o exiliados so
pena de ser ajusticiados, o secuestrados en los peores casos o disminuidos
en sus libertades políticas o económicas, cuando no despojados de sus patrimonios.
Peligro constante para el lector, al estar en juego tantas emociones pasadas y
presentes.
Empero, el liderazgo como
concepto debe estudiarse y analizarse de múltiples maneras, para quizás
con ello entender el devenir de las civilizaciones. En este aspecto, los líderes
son producto de la situación o circunstancias mas también ellos las crean (Napoleón
decía: ¨yo hago mis circunstancias¨), para luego, en un momento de su historia
ser reemplazados fuere democráticamente o por muerte, violencia
-o en el campo en que nos movemos-, por crisis empresariales.
Aquella frase de que todo
hombre es reemplazable y que nadie se considera indispensable hay que
tomarla con pinzas pues si bien cierta, la rapidez con que los
cambiamos no es la misma en todos los eventos. Reemplazamos un copartidario
político mas fácilmente que el dirigente u orador de plaza pública cuyo mensaje
cala profundo; o al operario de planta mucho mas ágilmente que al vicepresidente
financiero; o mas fácil al feligrés que asiste a diario al oficio que
al Pastor internacional. La jerarquía es directamente proporcional al valor del
hombre para su respectivo grupo.
De otra parte, no existe
labor mas dura que dictar sentencia al líder desde el ángulo
ético-moral ya que los juicios de valor están a la orden del día dependiendo de
quién lo emita y de su conexión personal con el capo fuere como
víctima o beneficiario. En este orden, es un imposible moral pedir
objetividad a aquellos que han sufrido un liderazgo cuestionado y que
les afectase a cualquier grado en su vida, honra y bienes. Mas
también ingenuo solicitar al seguidor que haga desaparecer el vínculo
emocional -muchas veces visceral- que mantiene con aquél en quien cree.
Dejar de acatarle será decisión personal suya. Ni siquiera las
guerras o los conflictos empresariales lo han podido conseguir.
Pero cuando dejamos de lado -por un instante- la finalidad de cada líder y estudiamos
su mando en forma abstracta, es decir, como teoría del manejo de
grupos es mas fácil. Por eso es imaginable situar en la misma cama a
figuras tan disímiles como San Pablo (el gran organizador de la Iglesia
Católica, recordado en cada misa dominical y estudiado en escuelas de
liderazgo) y a Hitler, con su locura del Nacional-Socialismo;
A Atila el Huno, quien hizo temblar a Roma (¨donde mi caballo
pisa no vuelve a crecer la hierba¨) con Lenin (el máximo bolchevique
y su fallido sueño soviético); o a Bill Gates de Microsoft parangonado tantas
veces con Alfred Sloan de General Motors quien se destacó pero cincuenta
años antes. Dirigentes que jamás concordaron en tiempo ni lugar pero
sus actuaciones -políticas o empresariales- permiten diseccionarse como si
fuese hoy.
De otra parte, la ligazón
del jefe con sus dirigidos, llámese pueblo, clientes, empleados, copartidarios
o la masa tiene como característica fundamental esa línea emocional
-denominada rapport por los
franceses- fuerte, cual soga de barco que lo enlaza a sus
seguidores y que trasciende organizaciones, muchas veces fronteras. A
ser buenos líderes aspiramos todos; llegan los menos. Aquellos lo
consiguen; la mayoría, no.
Tan es así que uno de
cada cinco seres humanos tiene características de liderazgo; uno de cada diez
las pone en función; uno de cada 100 se convierte en líder notable de su
localidad; uno de cada mil deviene en líder nacional; uno de cada
diez mil en líder internacional y uno de cada cien mil en líder extraordinario cuyo
mensaje se propaga a países y en diferentes épocas. Desde los albores de
la humanidad ha sido la constante y no ha existido una sola tecnología que
modifique esos guarismos.
Por lo mismo, no extraña
la pregunta que se formula tanto el seguidor como el adversario, el observador
neutral como el estudioso: ¿Habrá FARC para rato, después de esto?; ¿resistirá
Apple la futura competencia? Inquietudes sin respuestas exactas.
Concluyendo, los líderes
notables -en cualquier campo- son exactamente iguales a los demás seres
humanos en todos los aspectos salvo en uno: ellos nacen, crecen, se desarrollan,
llevan a cabo su labor dejando su huella, envejecen y mueren (en paz o con
violencia).
En lo que son distintos
es que rara vez se alejan del todo. Los cuida, protege, distorsiona,
exagera o magnifica su leyenda.